viernes, 27 de enero de 2017


 

 RESUMEN
Autor: Rafael Porlán Merlo
Título: El diario del profesor


El diario del profesor es un instrumento para la enseñanza, surge por la necesidad de detectar los problemas de aprendizaje en los alumnos, y propone encontrar las concepciones de dichos problemas.
Los sucesos que se observan en el ámbito escolar suelen percibirse como hechos aislados, ya que hay personas que aprenden según sus capacidades innatas y se olvidan de aspectos como el interés o la motivación, que llevan a que el diario se centre en aspectos superficiales. El uso del diario apoya el desarrollo educativo en un nivel de descripción sistemático.
Sin embargo el objetivo siempre debe centrarse en ofrecer una panorámica general y significativa de nuestro punto de vista; lo que sucede en clase, la descripción de actividades, etc. Se centra también en una descripción de situaciones y acontecimientos significativos, como las conductas, la participación, el material didáctico, la organización del espacio y el tiempo, entre otros; con el fin de detectar problemas prácticos con base a las tareas escolares, a las relaciones, y a las estructuras y dinámicas de la clase.
Es muy importante tener en cuenta que las dinámicas de la clase puede cambiar, de acuerdo a las percepciones que reciban los alumnos por la carga de subjetividad que se presenta en una clase o un grupo escolar. Por ello, se pueden dar algunas posibles soluciones; en el diario se sugiere primero reconocer cuales son los problemas, para hacer un seguimiento, y posteriormente encontrar las concepciones del problema, para luego mediante un proceso muy lento, cambiar estos problemas por soluciones.
El diario es una ayuda para que el profesor pueda reflexionar sobre el aprendizaje obtenido por parte de los estudiantes, y esto lo hace de manera individual o colectiva; debido a que es una especie de guía para los maestros, porque identifican que estrategias son las que les han funcionado. Básicamente, lo anterior plantea el uso del diario como una herramienta de apoyo para la descripción, el análisis y la valoración de la realidad escolar. Se enfoca en empezar un proceso con los aprendices entre reflexión, investigación y la práctica.
Con el diario, el profesor puede identificar qué es lo que a sus alumnos les interesa y que necesitan saber, para aplicar sus estrategias de manera adecuada y que le den resultado. En conclusión, el diario del profesor puede ser considerado como un cuaderno de trabajo, sistemático y estructurado, que resulta indispensable para la evaluación y el seguimiento de la práctica docente, requiere del análisis de las causas y consecuencias para obtener soluciones eficaces tanto para el aprendiz, como para el educador.
Sabemos que los problemas que se nos plantean son exclusivos de nuestra clase, pero cuando compartimos el diario en el grupo de trabajo, los problemas dejan de ser mis problemas y se convierten en problemas profesionales. A los cuales en equipo debemos buscar respuestas concretas. El diario del profesor también nos permitirá hacer un contraste entre lo que piensa el profesor y el pensamiento que tienen los alumnos.

Cuadro de texto: RESUMEN
Autor: PHILLIP W. JACKSON
Título: La vida en las aulas
 





JACKSON, Intenta describir la realidad de lo que sucede dentro de un aula de primaria, se centra en los entresijos de la educación desde de un punto de vista que muestra la visión de los profesionales de la educación sobre lo que ocurre dentro de las aulas.
La primera parte trata de describir las relaciones alumno-profesor con mirada de como las entendería un absoluto extraño. Una constatación que resulta de este intento es que el profesor está constantemente interrumpiendo su trabajo para atender casos particulares. La tarea del profesor se parece a la del músico de jazz: parte de una melodía o un ritmo y luego improvisa, constantemente.
Otra idea curiosa es que compara al profesor con un "jefe" del alumno (en cuanto que dispone de autoridad para que el alumno tenga que trabajar cuando él lo disponga, en lo que él disponga); compara también la escuela en algún sentido con una cárcel: los alumnos se encuentran físicamente confinados en una institución más o menos coercitiva y no por propia voluntad (esto tiende a olvidársenos a los profesores); a su vez, como en una cárcel, la buena conducta comporta beneficios, muchas veces incluso académicos.
La segunda parte recoge la opinión de los alumnos sobre la escuela. La tercera, es la opinión de los profesores sobre su trabajo. De esta tercera parte el autor señala que los profesores, hablando sobre su tarea, usan un lenguaje muy pobre, con conceptos y esquemas causa-efecto muy simplificados; quizá como consecuencia del hábito de dirigirse a un público infantil, quizá también porque el trabajo del profesor de primaria o secundaria es poco especulativo. Otra observación: el proceso de aprendizaje de los alumnos es algo muy secundario para un profesor: lo prioritario es mantener el orden, la autoridad, etc.
La gestión del aula exige mucho tiempo y energía pero resulta medio imprescindible para cualquier otra meta. Phillip W. Jackson es considerado el creador del término Curriculum Oculto, ya que en este, su célebre libro público: “Lo que el alumno aprende en la escuela no es sólo lo que aparece en los documentos curriculares sino algo más complejo, como es el conjunto de reglas y normas que rigen la vida escolar, sentimientos, formas de expresarlos, valores, formas de comportamiento y adaptación a distintos ámbitos. Estos aprendizajes que no aparecen “declarados” en los proyectos curriculares oficiales los denominó “Curriculum oculto ”.Señala también que: “El grupo, las evaluaciones y la autoridad, cuya combinación confiere un matiz distintivo a la vida escolar, constituyen un currículum oculto que el alumno debe superar si quiere avanzar con éxito a través de su etapa escolar”. Es de suma importancia analizar a que llamamos la vida en las aulas, ¿qué pasa dentro de ellas?, ¿qué relaciones se dan dentro de ellas? Tanto entre alumnos como entre alumno-maestro, ¿qué habilidades o destrezas se necesitan para la “sobrevivencia” dentro de ellas? Se debe reflexionar sobre estos acontecimientos y cuestionarse si para lograr el éxito educativo dentro de una institución basta con ser intelectual o se requiere además de actitudes y habilidades para ser ese alumno modelo que las instituciones educativas anhelan. Es cierto, el ir a la escuela se ha vuelto algo tan cotidiano, tan de rutina, que muy rara vez nos detenemos a pensar y a dar la importancia y relevancia que esto conlleva.
En nuestra sociedad el ir a la escuela es algo tan “normal” que en pocas ocasiones reflexionamos sobre ello, sobre lo ocurrido en esas 5 horas que estuvimos en una institución, rodeados de personas (el número de alumnos por aula varía según la institución educativa), regularmente de nuestra misma edad, pero no necesariamente con el mismo nivel intelectual ni mucho menos con la misma personalidad.
Lo cual me hace pensar, si dentro del ámbito familiar muchas veces surgen diferencias de pensamiento en relación a un tema específico y regularmente la familia está conformada por 6 personas (en la sociedad actual), cuanto y más no habrían de surgir diferencias al hablar de un tema dónde pueden opinar más de20 personas. Cabe la comparación de la familia con el aula de una institución educativa, ya que pasamos tanto tiempo en la escuela, que ya nos son tan familiares todas las cosas o personas que se encuentran dentro de ella, y que vemos prácticamente a diario, que bien podríamos considerarla nuestra segunda casa.
Además los componentes de una familia comparten una historia personal. Los estudiantes deben aprender a recibir órdenes de unos adultos que no les conocen muy bien y a quienes ellos mismos tampoco conocen íntimamente. Por primera vez en la vida del niño, el poder que tendrá una consecuencia personal para él está en manos de alguien relativamente desconocido.
En general los padres se muestran principalmente restrictivos. Su preocupación principal, al menos durante los primeros años del niño es la de prohibir acciones, diciéndole lo que no debe hacer. Durante los años preescolares la autoridad de los padres se caracteriza por las órdenes de "no" y "eso no se hace". Se trata de una autoridad cuyo objetivo fundamental es fijar los límites a los impulsos e intereses espontáneos, sobre todo cuando esos impulsos e intereses ponen en peligro al propio niño o amenazan con destruir algo de valor para los padres. En contraste, la autoridad del profesor es tan prescriptiva como restrictiva. Los docentes se preocupan por fijar tareas a los alumnos y no se limitan simplemente a poner freno a una conducta indeseable. Su autoridad se caracteriza tanto por el "hazlo" como por el "no lo hagas". En el hogar, el niño debe aprender a detenerse; en la escuela a mirar y escuchar. Aunque rechace el título, el docente es el primer "jefe" del estudiante.  El trabajador es una persona que de vez en cuando siente la tentación de abandonar su papel. Desde luego, a veces cede la tentación, bien faltando un día cuando las condiciones se hacen intolerables, bien dejando el empleo. Si no le gusta su empleo, puede soltar sus herramientas y marcharse. En algunas escuelas se exige a los alumnos se pongan de pie cuando el profesor entre, mientras en otras se les anima a llamarle por su nombre. La mayoría de los alumnos aprende a mirar y escuchar cuando se les dice a refrenar sus fantasías durante la lección.



Cuadro de texto: RESUMEN
Autor: Antonio Zabala Vidiella
Título: La práctica educativa, unidades de análisis
 






Uno de los objetivos de cualquier profesional es ser cada vez más competente en su oficio, esto se consigue mediante el conocimiento de las variables que intervienen en la práctica y la experiencia para dominarlas.
El principal problema radica en hacer una valoración propia del desempeño profesional: ¿sabemos realmente lo que hemos hecho bien, lo que es satisfactorio y lo que es mejorable? La mejora de la actividad profesional pasa por el análisis de lo que se hace, de la práctica y del contraste con otras prácticas. La comparación con otros compañeros no será suficiente, se necesitan de criterios que permitan realizar una evaluación razonable y fundamentada. ¿Los enseñantes disponemos de referentes teóricos válidos en la práctica que pueden no sólo describirla, sino también explicarla, y que nos ayuden a comprender los procesos que en ella se producen? En la educación no existen marcos teóricos tan fieles y contrastados empíricamente como en muchas de las otras profesiones.
Elliot distingue 2 formas muy diferentes de desarrollar la práctica: 1) El profesor que emprende una investigación sobre un problema práctico. 2) El profesor que modifica algún aspecto de su práctica docente como respuesta a algún problema práctico. El grado de comprensión de los procesos educativos, no puede ser muy diferente al de otros profesionales que se mueven en campos de notable complejidad, ya que se hace más necesario que los
Enseñantes dispongamos y utilicemos referentes que nos ayuden a interpretar lo que sucede en el aula siendo éste utilizado previamente para planificar y para una valoración de lo acontecido. El conocimiento que se tiene hoy en día es suficiente, pero se necesitan medios teóricos que contribuyan a que el análisis de la práctica sea verdaderamente reflexivo; se concentrara en dos grandes referentes: la función social de la enseñanza y el conocimiento del cómo se aprende.
Las variables que configuran la práctica educativa. La práctica es algo fluido, huidizo, difícil de limitar con coordenadas simples, y, además, compleja ya que en ella se expresan múltiples factores, ideas, valores, hábitos pedagógicos, etc.
Entenderla intervención pedagógica exige situarse en un modelo en el que el aula se configura como un microsistema definido por unos espacios, una organización social, unas relaciones interactivas, una forma de distribuir el tiempo, etc., donde los procesos educativos se explican como elementos estrechamente integrados en dicho sistema. La intervención educativa tiene un antes y un después que constituyen las piezas consubstanciales en toda práctica educativa: la planificación y la evaluación de los procesos educativos. La planificación, la aplicación y la evaluación son las tres fases de la intervención reflexiva y son parte indispensable de la actuación docente ya que son los que suceden en el aula. Las unidades de análisis más elementales que presenta los procesos de enseñanza-aprendizaje y que completa todas las variables son las actividades o tareas, que representan estabilidad y diferenciación ya que tienen entidad suficiente para hacer un análisis ilustrativo de los diferentes estilos pedagógicos, pero para el objetivo que se propone parece insuficiente.
Las actividades concentran en ella la mayoría de las variables educativas, pero pueden tener un valor u otro según el lugar que ocupen respecto a las otras actividades, las de antes y las de después. Teniendo en cuanta el valor que adquieren las actividades cuando las colocamos en una serie o secuencia significativa, hay que ampliar esta unidad elemental e identificar, también como nueva unidad de análisis las secuencias de actividades o secuencias didácticas como unidad preferente para el análisis de la práctica, que permitirá el estudio y la valoración bajo una perspectiva procesual que incluya las fases de planificación, aplicación y evaluación.
Las secuencias didácticas y las otras variables metodológicas. Son un conjunto de actividades ordenadas, estructuradas y articuladas para la consecución de unos objetivos educativos, que tienen un principio y un final conocidos tanto por el profesorado como por el alumnado. Las secuencias didácticas son las maneras de encadenar y articular las diferentes actividades a lo largo de una unidad didáctica. Son instrumentos que permiten incluir las tres fases de toda intervención reflexiva: planificación, aplicación y evaluación.


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