RESUMEN
Autor: Rafael Porlán Merlo
Título: El diario del profesor
El diario del
profesor es un instrumento para la enseñanza, surge por la necesidad de
detectar los problemas de aprendizaje en los alumnos, y propone encontrar las
concepciones de dichos problemas.
Los sucesos que se
observan en el ámbito escolar suelen percibirse como hechos aislados, ya que
hay personas que aprenden según sus capacidades innatas y se olvidan de
aspectos como el interés o la motivación, que llevan a que el diario se centre
en aspectos superficiales. El uso del diario apoya el desarrollo educativo en
un nivel de descripción sistemático.
Sin embargo el
objetivo siempre debe centrarse en ofrecer una panorámica general y
significativa de nuestro punto de vista; lo que sucede en clase, la descripción
de actividades, etc. Se centra también en una descripción de situaciones y
acontecimientos significativos, como las conductas, la participación, el
material didáctico, la organización del espacio y el tiempo, entre otros; con
el fin de detectar problemas prácticos con base a las tareas escolares, a las
relaciones, y a las estructuras y dinámicas de la clase.
Es muy importante
tener en cuenta que las dinámicas de la clase puede cambiar, de acuerdo a las
percepciones que reciban los alumnos por la carga de subjetividad que se
presenta en una clase o un grupo escolar. Por ello, se pueden dar algunas
posibles soluciones; en el diario se sugiere primero reconocer cuales son los
problemas, para hacer un seguimiento, y posteriormente encontrar las
concepciones del problema, para luego mediante un proceso muy lento, cambiar
estos problemas por soluciones.
El diario es una
ayuda para que el profesor pueda reflexionar sobre el aprendizaje obtenido por
parte de los estudiantes, y esto lo hace de manera individual o colectiva;
debido a que es una especie de guía para los maestros, porque identifican que
estrategias son las que les han funcionado. Básicamente, lo anterior plantea el
uso del diario como una herramienta de apoyo para la descripción, el análisis y
la valoración de la realidad escolar. Se enfoca en empezar un proceso con los
aprendices entre reflexión, investigación y la práctica.
Con el diario, el
profesor puede identificar qué es lo que a sus alumnos les interesa y que
necesitan saber, para aplicar sus estrategias de manera adecuada y que le den
resultado. En conclusión, el diario del profesor puede ser considerado como un
cuaderno de trabajo, sistemático y estructurado, que resulta indispensable para
la evaluación y el seguimiento de la práctica docente, requiere del análisis de
las causas y consecuencias para obtener soluciones eficaces tanto para el
aprendiz, como para el educador.
Sabemos que los
problemas que se nos plantean son exclusivos de nuestra clase, pero cuando
compartimos el diario en el grupo de trabajo, los problemas dejan de ser mis
problemas y se convierten en problemas profesionales. A los cuales en equipo
debemos buscar respuestas concretas. El diario del profesor también nos
permitirá hacer un contraste entre lo que piensa el profesor y el pensamiento
que tienen los alumnos.

JACKSON,
Intenta describir la realidad de lo que sucede dentro de un aula de primaria,
se centra en los entresijos de la educación desde de un punto de vista que
muestra la visión de los profesionales de la educación sobre lo que ocurre
dentro de las aulas.
La
primera parte trata de describir las relaciones alumno-profesor con mirada de
como las entendería un absoluto extraño. Una constatación que resulta de este
intento es que el profesor está constantemente interrumpiendo su trabajo para
atender casos particulares. La tarea del profesor se parece a la del músico de
jazz: parte de una melodía o un ritmo y luego improvisa, constantemente.
Otra
idea curiosa es que compara al profesor con un "jefe" del alumno (en
cuanto que dispone de autoridad para que el alumno tenga que trabajar cuando él
lo disponga, en lo que él disponga); compara también la escuela en algún
sentido con una cárcel: los alumnos se encuentran físicamente confinados en una
institución más o menos coercitiva y no por propia voluntad (esto tiende a olvidársenos
a los profesores); a su vez, como en una cárcel, la buena conducta comporta
beneficios, muchas veces incluso académicos.
La
segunda parte recoge la opinión de los alumnos sobre la escuela. La tercera, es
la opinión de los profesores sobre su trabajo. De esta tercera parte el autor
señala que los profesores, hablando sobre su tarea, usan un lenguaje muy pobre,
con conceptos y esquemas causa-efecto muy simplificados; quizá como
consecuencia del hábito de dirigirse a un público infantil, quizá también
porque el trabajo del profesor de primaria o secundaria es poco especulativo. Otra
observación: el proceso de aprendizaje de los alumnos es algo muy secundario
para un profesor: lo prioritario es mantener el orden, la autoridad, etc.
La
gestión del aula exige mucho tiempo y energía pero resulta medio imprescindible
para cualquier otra meta. Phillip W. Jackson es considerado el creador del
término Curriculum Oculto, ya que en este, su célebre libro público: “Lo que el
alumno aprende en la escuela no es sólo lo que aparece en los documentos
curriculares sino algo más complejo, como es el conjunto de reglas y normas que
rigen la vida escolar, sentimientos, formas de expresarlos, valores, formas de
comportamiento y adaptación a distintos ámbitos. Estos aprendizajes que no
aparecen “declarados” en los proyectos curriculares oficiales los denominó
“Curriculum oculto ”.Señala también que: “El grupo, las evaluaciones y la
autoridad, cuya combinación confiere un matiz distintivo a la vida escolar, constituyen
un currículum oculto que el alumno debe superar si quiere avanzar con éxito a
través de su etapa escolar”. Es de suma importancia analizar a que llamamos la
vida en las aulas, ¿qué pasa dentro de ellas?, ¿qué relaciones se dan dentro de
ellas? Tanto entre alumnos como entre alumno-maestro, ¿qué habilidades o
destrezas se necesitan para la “sobrevivencia” dentro de ellas? Se debe
reflexionar sobre estos acontecimientos y cuestionarse si para lograr el éxito
educativo dentro de una institución basta con ser intelectual o se requiere
además de actitudes y habilidades para ser ese alumno modelo que las instituciones
educativas anhelan. Es cierto, el ir a la escuela se ha vuelto algo tan
cotidiano, tan de rutina, que muy rara vez nos detenemos a pensar y a dar la
importancia y relevancia que esto conlleva.
En
nuestra sociedad el ir a la escuela es algo tan “normal” que en pocas ocasiones
reflexionamos sobre ello, sobre lo ocurrido en esas 5 horas que estuvimos en
una institución, rodeados de personas (el número de alumnos por aula varía
según la institución educativa), regularmente de nuestra misma edad, pero no necesariamente
con el mismo nivel intelectual ni mucho menos con la misma personalidad.
Lo
cual me hace pensar, si dentro del ámbito familiar muchas veces surgen
diferencias de pensamiento en relación a un tema específico y regularmente la
familia está conformada por 6 personas (en la sociedad actual), cuanto y más no
habrían de surgir diferencias al hablar de un tema dónde pueden opinar más de20
personas. Cabe la comparación de la familia con el aula de una institución
educativa, ya que pasamos tanto tiempo en la escuela, que ya nos son tan
familiares todas las cosas o personas que se encuentran dentro de ella, y que
vemos prácticamente a diario, que bien podríamos considerarla nuestra segunda
casa.
Además
los componentes de una familia comparten una historia personal. Los estudiantes
deben aprender a recibir órdenes de unos adultos que no les conocen muy bien y
a quienes ellos mismos tampoco conocen íntimamente. Por primera vez en la vida
del niño, el poder que tendrá una consecuencia personal para él está en manos
de alguien relativamente desconocido.
En
general los padres se muestran principalmente restrictivos. Su preocupación
principal, al menos durante los primeros años del niño es la de prohibir
acciones, diciéndole lo que no debe hacer. Durante los años preescolares la
autoridad de los padres se caracteriza por las órdenes de "no" y
"eso no se hace". Se trata de una autoridad cuyo objetivo fundamental
es fijar los límites a los impulsos e intereses espontáneos, sobre todo cuando
esos impulsos e intereses ponen en peligro al propio niño o amenazan con
destruir algo de valor para los padres. En contraste, la autoridad del profesor
es tan prescriptiva como restrictiva. Los docentes se preocupan por fijar tareas
a los alumnos y no se limitan simplemente a poner freno a una conducta
indeseable. Su autoridad se caracteriza tanto por el "hazlo" como por
el "no lo hagas". En el hogar, el niño debe aprender a detenerse; en
la escuela a mirar y escuchar. Aunque rechace el título, el docente es el
primer "jefe" del estudiante. El trabajador es una persona que de vez en
cuando siente la tentación de abandonar su papel. Desde luego, a veces cede la
tentación, bien faltando un día cuando las condiciones se hacen intolerables,
bien dejando el empleo. Si no le gusta su empleo, puede soltar sus herramientas
y marcharse. En algunas escuelas se exige a los alumnos se pongan de pie cuando
el profesor entre, mientras en otras se les anima a llamarle por su nombre. La
mayoría de los alumnos aprende a mirar y escuchar cuando se les dice a refrenar
sus fantasías durante la lección.

Uno
de los objetivos de cualquier profesional es ser cada vez más competente en su
oficio, esto se consigue mediante el conocimiento de las variables que
intervienen en la práctica y la experiencia para dominarlas.
El
principal problema radica en hacer una valoración propia del desempeño
profesional: ¿sabemos realmente lo que hemos hecho bien, lo que es
satisfactorio y lo que es mejorable? La mejora de la actividad profesional pasa
por el análisis de lo que se hace, de la práctica y del contraste con otras
prácticas. La comparación con otros compañeros no será suficiente, se necesitan
de criterios que permitan realizar una evaluación razonable y fundamentada.
¿Los enseñantes disponemos de referentes teóricos válidos en la práctica que
pueden no sólo describirla, sino también explicarla, y que nos ayuden a
comprender los procesos que en ella se producen? En la educación no existen
marcos teóricos tan fieles y contrastados empíricamente como en muchas de las
otras profesiones.
Elliot
distingue 2 formas muy diferentes de desarrollar la práctica: 1) El profesor
que emprende una investigación sobre un problema práctico. 2) El profesor que
modifica algún aspecto de su práctica docente como respuesta a algún problema
práctico. El grado de comprensión de los procesos educativos, no puede ser muy
diferente al de otros profesionales que se mueven en campos de notable
complejidad, ya que se hace más necesario que los
Enseñantes
dispongamos y utilicemos referentes que nos ayuden a interpretar lo que sucede
en el aula siendo éste utilizado previamente para planificar y para una
valoración de lo acontecido. El conocimiento que se tiene hoy en día es
suficiente, pero se necesitan medios teóricos que contribuyan a que el análisis
de la práctica sea verdaderamente reflexivo; se concentrara en dos grandes referentes:
la función social de la enseñanza y el conocimiento del cómo se aprende.
Las
variables que configuran la práctica educativa. La práctica es algo fluido,
huidizo, difícil de limitar con coordenadas simples, y, además, compleja ya que
en ella se expresan múltiples factores, ideas, valores, hábitos pedagógicos,
etc.
Entenderla
intervención pedagógica exige situarse en un modelo en el que el aula se
configura como un microsistema definido por unos espacios, una organización
social, unas relaciones interactivas, una forma de distribuir el tiempo, etc.,
donde los procesos educativos se explican como elementos estrechamente
integrados en dicho sistema. La intervención educativa tiene un antes y un
después que constituyen las piezas consubstanciales en toda práctica educativa:
la planificación y la evaluación de los procesos educativos. La planificación,
la aplicación y la evaluación son las tres fases de la intervención reflexiva y
son parte indispensable de la actuación docente ya que son los que suceden en
el aula. Las unidades de análisis más elementales que presenta los procesos de
enseñanza-aprendizaje y que completa todas las variables son las actividades o tareas,
que representan estabilidad y diferenciación ya que tienen entidad suficiente
para hacer un análisis ilustrativo de los diferentes estilos pedagógicos, pero
para el objetivo que se propone parece insuficiente.
Las
actividades concentran en ella la mayoría de las variables educativas, pero
pueden tener un valor u otro según el lugar que ocupen respecto a las otras actividades,
las de antes y las de después. Teniendo en cuanta el valor que adquieren las
actividades cuando las colocamos en una serie o secuencia significativa, hay
que ampliar esta unidad elemental e identificar, también como nueva unidad de
análisis las secuencias de actividades o secuencias didácticas como unidad
preferente para el análisis de la práctica, que permitirá el estudio y la
valoración bajo una perspectiva procesual que incluya las fases de
planificación, aplicación y evaluación.
Las
secuencias didácticas y las otras variables metodológicas. Son un conjunto de
actividades ordenadas, estructuradas y articuladas para la consecución de unos
objetivos educativos, que tienen un principio y un final conocidos tanto por el
profesorado como por el alumnado. Las secuencias didácticas son las maneras de
encadenar y articular las diferentes actividades a lo largo de una unidad
didáctica. Son instrumentos que permiten incluir las tres fases de toda intervención
reflexiva: planificación, aplicación y evaluación.
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